Historia de CCOO

Historia de CCOO

Orígenes del movimiento obrero

La historia del mundo contemporáneo se inicia con una gran transformación revolucionaria: el paso de las sociedades agrarias a las industriales. Se trata de una ruptura que inicia un proceso que afectará progresivamente todos los ámbitos de la vida, el trabajo, la economía, las mentalidades, la cultura …

La Revolución Francesa, como vía política, que pone fin al feudalismo y el absolutismo, y la Revolución Industrial, como vía económica, que implanta el predominio de la fábrica por encima de la agricultura y de la ciudad frente al campo, serán los mecanismos de creación de un mundo nuevo, de una sociedad nueva, madre de la de nuestros días.

Orígens del moviment obrer

El sistema parlamentario y la igualdad ante la ley serán valores destacados en el mundo moderno, pero, sin embargo, la realidad es que se va configurando una estructura social con profundas desigualdades.

Dos clases sociales serán las protagonistas de la nueva sociedad: la burguesía industrial dominante, que disfrutará de todas las ventajas y privilegios derivados del poder económico, y el proletariado, el conjunto de personas que trabajan en las industrias y que, por número y condiciones de vida, irán sustituyendo campesinado en el nivel más bajo de la sociedad.

Trabajaban y vivían en condiciones absolutamente deplorables, con viviendas insalubres, jornadas de trabajo agotadoras, en situaciones de discriminación de la mujer, de trabajo infantil, de alimentación insuficiente, con inexistencia de prestaciones sociales y de derechos colectivos … Todo ello en una sociedad nacida de la lucha por la libertad y que, como ya hemos dicho, reconocía la igualdad de los hombres ante la ley.

Este proceso de transformación se irá extendiendo por toda Europa, aunque no se da ni en el mismo momento ni de la misma manera. En cuanto a España, sólo se puede hablar de una verdadera industrialización en Cataluña, centrada en el sector textil, y, posteriormente, en el País Vasco, centrada en el sector siderúrgico.

Las duras condiciones de vida que tienen que soportar los trabajadores irán configurando un sentimiento de solidaridad que desembocará en la necesidad de organizarse para intentar hacer frente a esta situación.

La voluntad y la necesidad de crear organizaciones será una constante del movimiento obrero. Las primeras asociaciones obreras tenían un carácter únicamente asistencial, alejadas de cualquier tipo de acción reivindicativa. Se trataba de “sociedades de ayuda mutua”, encargadas de paliar las diferentes situaciones desesperadas que se iban produciendo.

Las graves dificultades que sufría la clase trabajadora, junto con la aparición y extensión de nuevas ideologías, provocaron la aparición de más asociaciones y su evolución hacia objetivos de carácter reivindicativo (reducción de jornada, incrementos salariales, contratos colectivos , rechazo del trabajo infantil …), que toparán con varios niveles de intolerancia y de represión por parte del poder político y económico del momento.

El proceso de crecimiento de las organizaciones obreras se refuerza el último tercio del siglo XIX y se consolida en los primeros años del siglo XX. La creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT, Londres 1864) ayudará a extender las ideas revolucionarias. En Cataluña aparecerán tanto de tipo marxista como anarquista; estas últimas serán las de mayor aceptación hasta la Guerra Civil. Otra ideología, al margen de la influencia de la AIT, que también encontrará fuerza seguidores en nuestro país, será el republicanismo federal. Hay que decir, sin embargo, que la idea del internacionalismo, fuertemente presente en el conjunto del movimiento obrero, se combinaba con el arraigo a la realidad de Cataluña y en sus reivindicaciones como pueblo. Este hecho se repetirá cuando se produzca la difícil reconstrucción de este movimiento después de la Guerra Civil.

Consecuencias de la guerra civil

En los primeros años del siglo XX se consolidan los núcleos industriales de Cataluña, País Vasco, Asturias y algunas grandes ciudades, situación que coexiste con una estructura económica y social del resto del Estado eminentemente agraria. La fuerza de las organizaciones obreras y campesinas iba aumentando ante el conservadurismo de las clases dominantes, contrarias a aceptar cualquier tipo de avance social.

La proclamación de la II República, en 1931, con todo lo que representaba, llevó el poder económico y los sectores más reaccionarios a promover una insurrección militar (1936) que se convertiría en guerra civil. La derrota de las fuerzas republicanas y el inicio, en 1939, de la dictadura del general Franco pusieron fin a los derechos democráticos. Quedaron prohibidos todos los partidos, sindicatos y organizaciones ciudadanas que preconizaban estos valores, y se produjo una rotura total con lo que había sido la sociedad catalana de antes de 1936.

Los efectos de esta rotura se dejarán notar a todos niveles y los diferentes ámbitos sociales, en los aspectos más directamente políticos y de alcance general, tales como la ausencia de libertades, la acumulación de poder en una sola persona o el aislamiento respecto del mundo democrático, y en una política económica igualmente cerrada en el exterior que, en una etapa de enormes necesidades, favorecía las grandes fortunas de los “amigos del régimen” y mantenía en la miseria las capas populares, ahora desprovistas de sus mecanismos de defensa y reivindicación. Pero también afectó las cuestiones cotidianas: enseñanza, cultura, espectáculos, tradiciones, religiosidad … El país nunca volvió a ser el mismo.

Conseqüències de la Guerra Civil

El movimiento obrero, nacido con el proceso de industrialización del siglo anterior, fue aniquilado, la gente que lo dirigía había muerto, estaban en la cárcel o en el exilio, o, en el mejor de los casos, vivía en el país en total clandestinidad. Las organizaciones como tales mantenían vivas sus siglas a través de direcciones instaladas en el extranjero. Esta distancia les hacía muy difícil su relación con la realidad catalana, y muy a menudo les llevó a errar en sus análisis y, por tanto, a hacer propuestas que no tenían ninguna incidencia en el conjunto de la clase trabajadora.

La sociedad que se iba configurando era el resultado de una cruenta guerra civil, resuelta con la imposición de una dictadura especialmente represiva con todo lo que pudiera tener que ver con la reivindicación obrera. Se había organizado un sindicalismo oficial, de tipo vertical, en el que debían convivir patronal y trabajadores dentro de una misma estructura (CNS). Por tanto, no es extraño que las condiciones de vida en general, y las laborales en particular, se hubieran deteriorado considerablemente. En concreto, y a modo de ejemplo, hay que decir que no se recuperaron los niveles salariales de 1936 hasta la segunda mitad de los años 50.

Conseqüències de la Guerra Civil

El subdesarrollo se notaba principalmente en las zonas rurales, y provocó una fuerte corriente migratoria desde otras comunidades hacia las ciudades industriales de Cataluña, que sufrieron un crecimiento absolutamente desorbitado y sin ningún tipo de control ni planificación. Esto conllevó la aparición de barrios enteros, construidos con la especulación como único objetivo, que no disponían de muchos servicios imprescindibles y donde, en pocos meses, se instalaron miles de personas.

Con este panorama, era lógico, pues, que a pesar de la falta de libertades aparecieran diferentes brotes de contestación y reivindicaciones, tanto de estrictamente laborales como de mejora de las condiciones de vida en los barrios.

Estaba claro que, de nuevo, las clases populares necesitaban organizarse, pero también era evidente que las antiguas organizaciones no eran válidas para dar respuesta a los nuevos retos. Las organizaciones no son otra cosa que los instrumentos de que nos dotamos las personas para realizar un determinado objetivo. Por lo tanto, había que inventar nuevas maneras de organizarse que fueran realmente útiles para la sociedad de la época.

Reconstrucción del movimiento obrero

La finalización de la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente derrota del nazismo, aliado de la dictadura franquista, significó más aislamiento, más dificultades y problemas para el Gobierno, pero también un endurecimiento de las ya difíciles condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras , lo que aumentó aún más las tensiones sociales que había. Así surgieron, en los años 1945-1946, los primeros movimientos reivindicativos de cierta importancia de la posguerra. Los hechos tomaron totalmente por sorpresa las autoridades, que, en un primer momento, no saber cómo actuar, pero una vez superado el desconcierto inicial reaccionaron de manera contundente, reprimiendo por la fuerza cualquier tipo de acción reivindicativa.

Reconstrucció del moviment obrer

Estas movilizaciones y las que se producirán en los años 50 tendrán un carácter marcadamente espontáneo, como reacción ante las dificultades en que se vivía, sin que las antiguas organizaciones obreras tuvieran ningún papel destacado. De entre estas acciones, cabe mencionar, por su repercusión social, el boicot popular a los tranvías como protesta por la subida del precio del billete, en 1951, o el constante papel reivindicativo del personal de algunas grandes empresas, como la Enasa-Pegaso, a lo largo de los años 50.

Quedaba cada vez más claro que las clases populares no se resignaban al papel que el franquismo les había adjudicado y querían mejorar sus condiciones de vida. Al mismo tiempo, sin embargo, se hacía evidente que no había nadie que asumiera los problemas reales de la mayoría y encabezara la lucha por solucionarlos.

La progresiva incorporación al mundo laboral de jóvenes que no habían vivido la Guerra Civil, el crecimiento económico iniciado en 1951, la concentración en Barcelona y en su entorno de las masas de población procedentes de las áreas rurales más subdesarrolladas, el cambio de actitud de algunos sectores de la Iglesia, que abrieron las puertas y apoyaron las reivindicaciones obreras, y la confluencia de personas no afiliadas a ninguna organización, pero dispuestas a luchar, con militantes del PSUC y con los de las organizaciones obreras católicas , como la HOAC y la JOC, iba configurando un nuevo marco más favorable a la consecución de mejoras sociales.

Reconstrucció del moviment obrer

Un elemento que tuvo un papel clave en el crecimiento del incipiente movimiento obrero fue la utilización de las estructuras sindicales franquistas (CNS) para fines no previstas por el régimen. En los diferentes procesos electorales (1944-1947-1950, etc.) resultaron elegidos un número cada vez mayor de personas realmente representativas de los trabajadores y trabajadoras, que, muy a menudo, militaban en organizaciones clandestinas, y que, bajo el paraguas del mismo sindicato vertical, estaban dispuestas a plantear públicamente reivindicaciones absolutamente inasumibles e inaceptables desde el punto de vista político de la dictadura, pero que sí eran bien recibidas entre la gente trabajadora, y provocaban acciones reivindicativas realmente importantes. Pero el paraguas de la CNS no era muy resistente, así que cuando la cuerda se tensaba demasiado el Gobierno se olvidaba de las posibles contradicciones y anulaba los pequeños espacios de participación previstos en sus propias estructuras sindicales, retiraba los cargos obtenidos en las elecciones y, en muchos casos, acababa aprisionando los responsables.

Las Comisiones Obreras

Esta nueva realidad social que se iba configurando manifestaba muchas necesidades y frecuentemente generaba actitudes reivindicativas, que seguían aún carecen del instrumento organizativo que las canalizara y llevara a buen puerto.

En 1958 se promulgó una ley de negociación colectiva, que cerraba la etapa en que era el Gobierno exclusivamente quien fijaba las condiciones laborales y abría la posibilidad de negociación entre representantes de la patronal y de los obreros, siempre dentro del estrecho marco del sindicato vertical, que rápidamente fue desbordado por la dinámica de las relaciones laborales.

El procedimiento de escoger en asamblea un grupo de trabajadores, una comisión que fuera la encargada de plantear las reivindicaciones y que se disolvía una vez terminado el conflicto, ya utilizado antes de la nueva legislación, se incrementó notablemente a partir de las posibilidades legales que esta ofrecía, obtuvo buenos resultados y se convirtió en una manera de organizarse útil para las necesidades del momento.

Un ejemplo simbólico de este estilo de funcionar fueron las huelgas de mayo de 1962 en la Maquinista Terrestre y Marítima: se escogieron delegados por secciones y se formó una comisión para negociar con la dirección. Aunque las movilizaciones comenzaron por el efecto de las huelgas de Asturias (donde se crearon las primeras Comisiones Obreras estables) y la consiguiente represión del Gobierno, también se plasmaron una serie de reivindicaciones concretas, la fundamental sería “menos primas y más salario “. La conflictividad se extendió a otras empresas y comarcas, de entre estas comarcas queremos destacar por su implicación en las diferentes movilizaciones, el Baix Llobregat y el Vallès, especialmente la ciudad de Terrassa. En todos los casos, el modelo de organización se basaba en la elección de comisiones unitarias. Se obtuvieron diversas mejoras, pero también se pagó un precio alto en despidos y detenciones.

Manifestació amb pancarta 'Viva Ccoo'

Los trabajadores y trabajadoras nos habíamos dotado de un tipo de organización, que recibió el impulso definitivo a los primeros años 60 en mostrar su eficacia en la negociación colectiva y las movilizaciones en torno a los convenios de empresa.

El siguiente objetivo era que las comisiones trabajaran de manera continuada, sin autodisolverse tras la acción concreta y se coordinaran entre las diferentes empresas, para poder preparar acciones en común y aumentar su fuerza. Gracias al elevado número de verdaderos representantes obreros elegidos en las elecciones sindicales de 1963 y 1966 “muchos de ellos miembros de comisiones de empresas (el 85% según publicaba Tele Expres) y algunos, además, militantes de organizaciones marxistas catalanistas y cristianas progresistas “se pudieron utilizar las estructuras sindicales oficiales, lo que significó una gran ayuda para las tareas de coordinación.

Las reuniones “legales” en la CNS permitieron contactos entre muchos enlaces y jurados de empresa democráticos que ni siquiera se conocían entre sí, pero que coincidieron en la necesidad de dotar de coordinación y estabilidad las comisiones alrededor de una plataforma reivindicativa.

En el año 1964 será el definitivo, se realizarán algunas reuniones, estas clandestinas, a parroquias del Baix Llobregat, que desembocarán en un encuentro de unos cuarenta sindicalistas en la parroquia de San Miguel de Cornellà, donde se constituirá una primera comisión que se autodenominarse central. Por fin, el sábado 20 de noviembre del mismo año, en la parroquia de Sant Medir de Barcelona, ​​se producirá la clausura de las reuniones de Cornellà: unas trescientas personas realizarán una asamblea de donde surgirá la constitución formal de Comisiones Obreras. Había trabajadores de diversas ramas laborales, algunos eran enlaces sindicales, pero otros no, había de comunistas, socialistas, católicos progresistas, nacionalistas, afiliados a los sindicatos históricos CNT y UGT, y también personas que no pertenecían a ninguna otra organización.

Esta gran pluralidad mostrada en la fundación de Comisiones Obreras no era otra cosa que el reflejo del trabajo unitario que habían representado las comisiones elegidas en las empresas y será una constante que acompañará la organización en todo su futuro, la unidad de los trabajadores y trabajadoras como tal, por encima de ideologías y organizaciones, el viejo sueño del antiguo movimiento obrero del siglo XIX.

Se había dado un paso fundamental, pero todavía había que avanzar en la estructuración de la organización y en la definición de objetivos. Así, desde Barcelona se fue extendiendo hacia diferentes comarcas, con la voluntad de estar presentes en toda Cataluña. La creación de la CONC (Comisión Obrera Nacional de Cataluña) en 1966, que cerraba el proceso organizativo, surgía como necesidad de coordinación de las diferentes comisiones comarcales y se convertía en el máximo organismo de dirección para toda Cataluña. Este hecho, junto con la decisión de participar en las movilizaciones de la Diada del Once de Septiembre, mostraba ya desde un primer momento que CCOO, dentro del objetivo de recuperación de las libertades democráticas, también hacía suya la lucha por las libertades nacionales de Cataluña, y entroncaba, así, con la tradición del movimiento obrero catalán y sus relaciones con el catalanismo progresista y el republicanismo federal.

El objetivo era ser una organización de mayorías, abierta, a la que pudieran pertenecer todas aquellas personas que, por su manera de ganarse la vida, se sintieran miembros de una clase social, la de los asalariados, lo absolutamente imposible si hablamos de una organización clandestina. Por tanto, a pesar de la actitud represiva de las autoridades franquistas, se optó por aprovechar los resquicios del sistema para salir a la luz pública. Cuando se convocaban las elecciones sindicales era el momento en que se abrían más posibilidades, aprovechando las reuniones y asambleas de preparación de candidaturas y programas. Precisamente, las elecciones de 1966 significaron un éxito rotundo de las candidaturas impulsadas por CCOO.

Otro de los aspectos que desde el primer momento impregnó la actuación de Comisiones es su carácter sociopolítico, es decir, el convencimiento de que las mejoras para los trabajadores y trabajadoras se defienden los puestos de trabajo, pero también en otros ámbitos no estrictamente laborales. Esto explica su presencia en las luchas en los barrios para unas mejores condiciones de vida, en las plataformas unitarias de oposición a la dictadura (como la Asamblea de Cataluña) o en las reivindicaciones para la sanidad y la escuela públicas de calidad, entre otros.

No hay duda, sin embargo, que el gran papel de la organización era a las empresas: allí había nacido y allí mantenía su capacidad de influencia más alta, y obtenía grandes resultados en todo lo que significaban reivindicaciones laborales concretas y manifestaciones de solidaridad, pero más que discretos cuando se trataba de convocatorias más generales, como las llamadas “jornadas de lucha”.

La actuación semipública tuvo indudables efectos positivos y mucha gente seguía las propuestas por el hecho de conocer directamente las personas que las hacían. El vertiente negativa era que también facilitaba la represión de las autoridades franquistas, que a menudo se sentían desbordadas y actuaban retirando las credenciales sindicales, despidiendo y encarcelando. En este sentido, una de las etapas más significativas se produjo en los años setenta, en las postrimerías de la dictadura. Como ejemplo, podemos recordar las largas condenas impuestas en el histórico Proceso 1001, en que fueron juzgados algunos de los máximos dirigentes de CCOO de todo el Estado.

La Transición

Por otra parte, al mismo tiempo que se daban puntos álgidos de represión, la progresiva recuperación “de espacios de libertad” ponía de manifiesto la imposibilidad de que las autoridades pudieran frenar la evolución de la sociedad. Nos acercábamos a una etapa que se preveía decisiva, el fin del dictador era cercana y las diferentes opciones políticas y sociales pretendían orientar la continuidad o la transformación del sistema impuesto tras la Guerra Civil, la inacabable dictadura franquista. Habían sido unos años absolutamente negativos para la sociedad en general, pero especialmente duros para los sectores más desfavorecidos, que se vieron obligados a reivindicar, movilizarse y luchar por ser respetados e ir obteniendo unos derechos mínimos, que normalmente no se deberían haber ni discutido. Será en este marco en el que nacerán, se desarrollarán y se consolidarán las Comisiones Obreras, que se muestran como un instrumento realmente útil para la defensa y la reivindicación de la gente trabajadora, y se convierten, sin lugar a dudas, en el organización obrera más representativa. El predominio de CCOO será tan importante que incluso algunos historiadores opinan que, en este años, hablar de la historia de CCOO es equivalente a hablar de la historia del movimiento obrero en general.

Los últimos años de la dictadura y los de la llamada Transición resultaron de una gran conflictividad, con continuas reivindicaciones laborales (debido a la importante tasa de inflación, el crecimiento del paro, los límites salariales) y políticas ( libertad, amnistía y Estatuto de autonomía), que se extendían rápidamente y se hacían notar en las calles de las grandes ciudades. La represión pocas veces lograba sus propósitos; al contrario, normalmente agudizaba más la situación. Las últimas elecciones sindicales del franquismo (1975), cargadas de un fuerte componente laboral y político, significaron una victoria abrumadora de las candidaturas unitarias impulsadas desde Comisiones, en algunos casos con el apoyo de otras organizaciones, como la USO.

Eleccions sindicals a SEAT

Eran momentos en que todo cambiaba rápidamente y el sindicalismo había que dar nuevas respuestas. La poca voluntad reformista del primer gobierno de la Transición se vio desbordada. Continuamente se conseguían nuevos objetivos que días antes parecían imposibles: no se podía prever ni la velocidad ni los límites de las transformaciones.

La propuesta de Comisiones seguía siendo la unidad, y así lo manifestó con la convocatoria de un congreso sindical constituyente, del que había de salir un sindicato unitario abierto a todas las personas trabajadoras, sin distinciones. La propuesta fue mal recibida por el resto de organizaciones sindicales, más interesadas, en aquellos momentos, a remarcar las diferencias de concepción sindical, a fin de aparecer y consolidarse ante la opinión pública.

La nueva realidad llevó a una profunda reflexión dentro del movimiento de Comisiones Obreras que dio como resultado la decisión de congelar su voluntad de movimiento unitario y optó por convertirse en una organización sindical estructurada (septiembre 1976), pero manteniendo el término unitario como un objetivo de futuro.

Eleccions sindicals a l'Ajuntament de Badalona

Pocos meses más tarde (abril de 1977) se legalizaron las diversas opciones sindicales, lo que reforzó la voluntad de mostrarse como marcas ideológicas diferenciadas, y se consolidó la división en el mundo sindical. La unidad, sólo defendida por CCOO, no había sido posible. A finales del mismo año se promulgó el Real Decreto regulador de las elecciones sindicales democráticas, y aquí sí que se impuso la representatividad de Comisiones, que consiguió que este decreto tuviera el espíritu unitario que la organización siempre había defendido. La representación obrera en la empresa estaría en manos de los comités de empresa: se aseguraba, así, un espacio para la unidad de los trabajadores y trabajadoras desde la base.

Estas primeras elecciones se celebraron el mes de febrero de 1978 y CCOO obtuvo más del 50% de los delegados y delegadas: recogió los frutos de todos los años de trabajo prácticamente en solitario.

Evolución y nuevos retos

El movimiento de las Comisiones Obreras supo cubrir el vacío del sindicalismo democrático, demostrando, con su eficacia, que era el tipo de organización que hacía falta en las circunstancias de enormes dificultades que se vivían. Su crecimiento y consolidación se dio paralelamente a la lenta, pero imparable, evolución de la sociedad bajo el franquismo, y la rápida transformación sufrida desde el año 75 hasta la plena implantación del sistema democrático.

La estructura económica y social se ha modificado muchísimo respecto de hace 50 años, y el mismo concepto de clase obrera ha quedado pequeño. En estos momentos hay una gran pluralidad de situaciones, que un sindicato debe afrontar si pretende dar respuesta a los intereses del conjunto de personas asalariadas (tipo de contratación, paro, ETT, autónomos dependientes, técnicos cualificados, subcontratación, salud laboral, integración en Europa, servicios públicos y privados, jubilados, mujeres, jóvenes, inmigración). Una buena parte de los conflictos vividos los últimos tiempos y que se seguirán sufriendo son los provocados por los efectos del modelo de organización del trabajo y la producción, caracterizado sobre todo por la externalización hacia terceros de los riesgos que genera el mercado y una economía globalizada sin reglas ni contrapoderes.

CCOO mantiene y reafirma su definición de organización sociopolítica, es decir, con voluntad de trabajar para mejorar todo lo que afecta a los trabajadores y trabajadoras desde una perspectiva laboral, pero también social, como ciudadanos y ciudadanas. La defensa de los valores propios del movimiento obrero de siempre, como la paz, la solidaridad y el internacionalismo, hoy traducidos en una decidida construcción de la Europa social y política y una apuesta por el sindicalismo europeo, el rechazo a cualquier tipo de solución de los conflictos por la vía de las armas con pleno respeto a la legalidad internacional, el apoyo a cualquier pueblo oprimido económicamente, políticamente o socialmente y también cuestiones ambientales, como la necesaria nueva cultura del agua. La participación ciudadana, con propuestas de recuperación de la memoria histórica, como poner el nombre del presidente Lluís Companys en el estadio de Montjuïc y la oferta de servicios con el fin de aumentar las ventajas sociales (cooperativa de vivienda, atención a los inmigrantes, asesoramiento laboral y para el empleo de la gente en paro, formación, servicio lingüístico, vacaciones), son un buen ejemplo.

La independencia de la organización de cualquier tipo de poder, principalmente económico o político, ha sido otro de los objetivos recogido en los principios fundacionales que, con el tiempo, se ha consolidado y se ha convertido en indiscutible. Esto no quiere decir que el sindicalismo de CCOO sea apolítico; al contrario, tiene una clara ideología de izquierdas y, tal como se ha dicho, apuesta por unos determinados valores sociales. Por lo tanto, puede y quiere coincidir con otras organizaciones y sumar esfuerzos hacia una misma dirección, sin supeditar, sin embargo, la autonomía sindical a cualquier otro tipo de interés.

Esto se ha hecho patente en las relaciones mantenidas a lo largo de los años con los diferentes gobiernos, tanto los de ámbito nacional, como los del Estado. Con todos ellos la relación ha sido comparable a la que mantienen los comités de empresa con los empresarios: se ha negociado y se han firmado acuerdos (acuerdo nacional de formación continua, mantenimiento de las pensiones, reforma del mercado laboral y fomento de la contratación indefinida, varios pactos sobre la Seguridad Social, pacto para el empleo en Cataluña …), pero, cuando ha hecho falta la movilización, CCOO ha sido siempre al frente.

Manifestació per a la negociació col·lectiva i l'ocupació

En este sentido, cabe destacar las huelgas generales contra determinadas políticas laborales de los gobiernos del PSOE y, posteriormente, como se hizo frente a las propuestas antisociales y de reforma del sistema de paro del PP, con una serie de movilizaciones que desembocaron en la huelga general del 20 de junio de 2002, que supuso un gran éxito de seguimiento del conjunto de trabajadores y trabajadoras en los centros de trabajo de las diferentes ciudades y pueblos de Cataluña. Todas estas actuaciones reflejan ampliamente la capacidad de propuesta, movilización y negociación, las tres patas que forman el eje vertebrador de la actividad sindical.

Así, hoy, CCOO, a pesar de mantener los principios que inspiraron sus primeras actuaciones, ha sabido convertirse en una organización actual que recoge las necesidades y reivindica mejoras para las diversas situaciones laborales, tanto las más clásicas como aquellas que han ido surgiendo en los últimos tiempos. Su indiscutible arraigo en la realidad nacional catalana no ha impedido profundizar al máximo en los planteamientos internacionalistas, multiétnicos y solidarios, manteniendo la vocación unitaria con la que nació, tal como se refleja en la enorme pluralidad que las conforma y en el modelo de organización y funcionamiento, en el que la participación es la pieza fundamental.

La respuesta de la sociedad ha sido clara y ha convertido la CONC en la organización social con más personas afiliadas y la ganadora de los diferentes procesos de elecciones sindicales, en los que siempre ha sido el sindicato más votado, lo que ha significado el reconocimiento legal de sindicato más representativo, con una presencia directa en los centros de trabajo de 23.289 delegados y delegadas, lo que representa el 43,72% y con el derecho de actuar en nombre del 100% de las personas asalariadas. Es por ello que sus ámbitos de negociación y participación han roto el límite estricto de la empresa y del convenio colectivo, para pasar a intervenir en cualquier aspecto de carácter social que pueda afectar al conjunto de trabajadores y trabajadoras.

La sociedad se renueva y, como hemos visto, surgen nuevos tipos de conflictos, que, al menos, modifican sus formas. Por lo tanto, una organización del talante de Comisiones Obreras, nacida para dar respuesta a unas nuevas necesidades de un nuevo tipo de sociedad, que había sido la impulsora de nuevas formas de lucha y, en resumen, que había renovado el sindicalismo y se encontraba plenamente insertada en el tejido social, debía ser también parte fundamental de esta renovación actual, imprescindible para dar, de nuevo, las respuestas y las alternativas adecuadas, afrontando ahora y en un futuro inmediato las consecuencias del agotamiento de un modelo de empresa y de crecimiento económico basado en estrategias competitivas de precariedad y desregulación, no sólo en términos de propuestas socioeconómicas, sino también en el terreno de la acción sindical, para contribuir, desde los diferentes frentes, a la necesaria reforma de la empresa para hacerla más productiva y socialmente más responsable, participativa y sin ningún tipo de discriminación.

Conclusión

La historia de CCOO, tanto desde su definitiva constitución como desde las primeras apariciones de las comisiones, que se creaban y se desmontaban después de haber hecho su servicio, aunque de gran contenido, es relativamente corta a los ojos de la investigación histórica, pero no para miles y miles de personas que han oído hablar de toda su vida. Para la gente más joven, afiliada o no al sindicato, se hace difícil pensar que Comisiones no ha existido “siempre”. Pero realmente es así: se trata de una organización joven y, como tal, abierta a los nuevos tiempos y siempre dispuesta a renovarse al ritmo que lo hacen las necesidades de aquellas personas a las que quiere representar y representa.

Ahora bien, esta relativa juventud de las siglas CCOO no quiere decir que los principios que representa sean nuevos, al contrario, se basan en la más pura tradición del primer movimiento obrero surgido en Cataluña en el siglo XIX, lleno de influencias anarquistas, marxistas , catalanistas, federalistas y republicanas, que, con independencia de nombres y organizaciones, ha ido evolucionando hasta nuestros días.

Manifestació de l'1 de Maig del 2019

CCOO ha sido quien, después de la rotura y la práctica desaparición de las organizaciones obreras tradicionales, provocado por la Guerra Civil y la represión de la dictadura franquista, supo recoger todos estos elementos y trasladarlos a la nueva realidad que se había configurado y fue capaz de continuar evolucionando, influyendo también en la transformación de la sociedad. La gran pluralidad presente en la creación de CCOO es la mejor muestra que se puede encontrar de esta implicación con las diferentes corrientes presentes en la historia del movimiento obrero catalán.

Ciertamente, no se pueden entender muchos aspectos de la Cataluña de hoy sin tener en cuenta el papel que han tenido y tienen las mujeres y los hombres de Comisiones Obreras. Actualmente, está claro su papel clave en la sociedad catalana, con una presencia y una influencia decisiva, en diversos ámbitos sociopolíticos y económicos.

Esta representatividad se hace realmente palpable en comprobar como su afiliación es un reflejo de la composición de nuestra sociedad: crecimiento de los sectores de servicios por encima del industrial, progresivo aumento del porcentaje de mujeres, jóvenes, profesionales, especialistas cualificados, trabajadores y trabajadoras en paro y, como fenómeno más destacado, la incorporación de numerosas personas extranjeras.

Ha quedado claro, pues, y los hechos así lo demuestran, que la propuesta de aquellas primeras comisiones obreras surgidas de la lucha clandestina ha exitoso plenamente, ha arraigado y ha sabido adaptarse a las transformaciones de la sociedad. Ha mostrado, además, un muy buen estado de salud que hace pensar en un futuro muy largo. La vigencia y la utilidad de un sindicato general, de clase, nacional y unido de forma confederal con las comisiones del resto del Estado, que da respuesta a las realidades diversas de cada profesión, sector o territorio, pero al mismo tiempo afronta las reivindicaciones y objetivos comunes a todos los trabajadores y trabajadoras, es decir, el modelo sindical que ha representado y representa CCOO en Cataluña, es incuestionable.